Guillermo Barzuna
“Graffiti. La ciudad como espejo de sus habitantes.”

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Matérika 13

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Amirah Gazel

Guillermo Barzuna

Piropos, jerga popular, rótulos, decires, dibujos en los muros y más. Las calles de cualquier  ciudad están llenas de signos y textos orales y escritos que de tan cotidianos, se nos vuelven invisibles. Representan un conjunto especial de manifestaciones    –aunque quizá no necesariamente "artísticas"– que se encuentran desperdigadas en ciertas zonas de tránsito y comercio accesibles a grupos medianos de bajos ingresos, como pequeñas tiendas, cantinas y puestos de mercado, verdulerías, ferreterías, autobuses y ventas ambulantes.

Este tipo de textos, no obstante la forma dispersa en que los percibimos diariamente, constituyen una representación particular, lúdica por excelencia. Y si bien la cultura en tanto práctica social implica la expresión de diferentes formas de concebir el mundo según los diferentes grupos que integran la sociedad. Es un hecho que dentro de la dinámica de los estatutos oficiales siempre se legitiman unas formas y medios de expresión en perjuicio de otras que se discriminan o se minimizan.

            Como resultado se produce la dicotomía –de carácter frecuentemente peyorativo– entre cultura oficial y cultura marginal, entre arte "culto" y arte popular, como si en realidad pudieran negarse entre sí la necesidad de su mutua existencia.

            Es por eso que nos interesa reconsiderar las calles de la ciudad como esa “galería ignorada” en la que la expresión popular urbana se presenta a menudo tan pública como inadvertida, pero que no por ello, deja de constituirse en agente de valores socioculturales lúdicos y creativos, cuyo reconocimiento se hace necesario a una comprensión más amplia de nuestra realidad cultural y en particular de la picardía lingüística de los pueblos que se manifiestan en español.

            En el contexto actual es normal verse asediado por un insumo continuo de productos culturales que parecen abarcar un horizonte infinito. Todos los significados resultan accesibles y transferibles: desde Mozart hasta el reggaetton, desde Cervantes hasta las telenovelas venezolanas, desde las hamburguesas hasta los tacos. Al acercarse el final del siglo se aceleró la tendencia de los productos de diferentes entornos culturales a mezclarse a escala mundial, lo que ha traído con frecuencia la homogeneización y la pérdida cultural y de la diferencia estética. A lo anterior se suma la transferencia de nuevos medios de comunicación masiva y de tecnologías de la información hacia la región, es ante todo poco equitativo ya que sus centros de producción y control se encuentran en otras partes.

En este sentido, el presente acercamiento procura identificar las nuevas posibilidades de movilidad cultural e inventiva propiciada por las diferentes producciones artísticas, la cultura popular y los medios de masas. Hablaré de aspectos de la cultura, marginales en cierto sentido, que desarticulan lo establecido y  a la vez ofrecen una pluralidad de múltiples voces y visiones.

            De forma creativa y en ocasiones carnavalesca por lo que tienen de trasgresor de un orden. Se trata de una estrategia de creación cultural que responde a un rechazo deliberado de las convenciones verbales: etiqueta, cortesía, piedad, consideración, respeto del rango.  

–Graffiti: Esas voces ya no no tan marginales y anónimas

            Ante el desgaste de las expresiones oficiales, públicas y mercantilistas; los graffitis, escritura derivada de la oralidad expresiva, arriesgan la construcción de una nueva protesta en los inicios del nuevo milenio.  Cada mañana los habitantes de mi ciudad podemos redescubrir algo nuevo; con humor, ingenio, ironía y acento poético, gracias a los dibujos que irrumpen llenos de colorido y a esa palabra sigilosa y ya no tan clandestina, que surge como un rasguño en los muros gracias a la complicidad de la noche.

Porqué no privatizan el hambre

Tengo una urgencia verde, que el asfalto no comprende

Tú eres mi sintaxis, yo soy tu mala ortografía

Bienaventurados los borrachos, porque ellos verán a Dios dos veces

“Siete enanos pueden más que un príncipe”: Blancanieves.

Cada vez que me meto en un

hueco, me acuerdo del presidente


             Hay que reconocer en el graffiti, la creación de una escritura de ruptura y de trasgresión ante el creciente silencio de los muros y de sus habitantes. Nuestro pueblo verbaliza al socializar en los distintos espacios urbanos.  En la calle se piropea, en las fiestas se cuentan chistes, en la cantina se habla de los otros y del fútbol.  Igual situación se presenta en autobuses, estadios, pulperías y parques.  El diálogo, esta vez nocturno, continúa en las blancas paredes, virginales y seductoras para el graffitero(a).  Es la pared confidente, como posible analista, como un elemento que no delatará necesariamente la intimidad del enunciante ni sus tabúes investidos.  Es la presencia de esas manos anónimas que en palabras de Eduardo Galeano constituyen la imprenta de los pobres, al no tener acceso a la condición editorial:

 “Vos y yo en la cima, haciéndonos dioses de tormentas”

 “Amarte es un ritual, odiarte la verdadera pasión”

“Santa Madre Mota, tu que estás en la nota, protégenos de la OIJ”

“No hable de la gente, hable con la gente”

“Lo del “Medio” ambiente, será porque ya destruimos la mitad”

“Basta de pornografía, vistan a Jesús”

“Perdí la sabiduría en un pupitre”

            El dilema se presenta entre un texto reconocido oficialmente y los textos de creación popular, que son marginados al no encajar en las determinaciones que la oficialidad exige para ser aceptados como parte de una cultura, que institucionaliza una visión de mundo en el ámbito de lo consabido como artístico.

            La marginalidad lingüística la oficialidad la sitúa como cultura popular o contracultura, en un evidente proceso de exclusión en relación con lo consabido como el “verdadero arte”. 

            El graffiti siempre fue una forma de comunicación oculta, subterránea, basada en códigos de identificación que buscan transgredir o evadir lo establecido.   La vieja izquierda, los hippies, los desempleados, los solitarios eternos, grupos de minorías y otros implementaron su práctica en las décadas de 1970 y 1980.  En la actualidad, grupos no tan marginados asumieron el rol de graffiteros.  La marginalidad no obstante, subsistiría frente al discurso oficial que lo catalogaría siempre dentro de los submundos sociales o de los que no encajan dentro del “status quo” de lo “culto”.

            En la historia del graffiti costarricense se pone de manifiesto por lo tanto, una apertura a otros sectores de la población.  En sus inicios fueron grupos políticos, universitarios, obreros, sectas religiosas, además de los nombrados anteriormente.   Hoy día, grupos organizados de adolescentes han asumido, junto a los otros, el oficio de pintar las paredes en tonos que van desde un auténtico descontento hasta fórmulas de evidente esnobismo y copia de lo escrito en otras latitudes, al menos en el signo escrito.  En este sentido la globalización y la comunicación intercontinental arriman datos significativos en la praxis del graffiti.  Internet es una vitrina donde conseguir textos ante la posible falta de imaginación.  Lo que sí resulta importante en este devenir del género son los cambios temáticos en correspondencia con los cambios sociales e históricos del inicio del nuevo milenio.  De defender ideas revolucionarias o consignas de verdades absolutas a la apertura de temas: amor, poesía, lo cotidiano, derechos de las minorías, ecología, droga; en tonos de ternura, ironía, desencanto y más.    Del  baño al muro invisible, en un intento por reconquistar las calles,  las plazas y las paredes, como recintos de una virtual y posible comunicación con los habitantes de las urbes, tanto el graffiti  icónico como el escrito.

Existía un bar en la “Calle de la Amargura” en las cercanías de la Universidad de Costa Rica, que tenía una pizarra en el vestíbulo de los baños, para que los transeúntes escriban algún mensaje. Curiosamente dicha pizarra estaba en blanco. No ocurre lo mismo en los lugares aledaños, en donde no se incita oficialmente a escribir. Si hay azulejo resbaladizo a la resistencia de la pluma, se acude al zócalo inferior de la madera, al marco de la puerta o a cualquier vericueto dispuesto a la impresión de la escritura anónima, para expresar parte de nuestra historia contra la pared.

El  graffiti es una escritura, algunas veces doctrinaria, que se escribe o dibuja sobre los muros externos e internos. Del italiano  graffio: rasguño. En términos generales son inscripciones que se caracterizan por su pronta desaparición, por el anonimato y por la fuerte carga expresiva por parte del emisor del texto. Se puede afirmar la presencia en esta producción del escritor anónimo, que manifiesta un conjunto de fantasmas psíquicos, religiosos, políticos, sociales, en un trabajo intelectual en diferentes escalas y usualmente desmitificador. Actividad que difícilmente se pesca "in fraganti"; de ahí el encanto, la seducción prohibida de este tipo de discurso generalmente contestatario y rebelde en aras de un interlocutor que, se pretende, reaccione ante lo emitido.

Imaginación, ingenio, vandalismo, irritación a los sentidos, represión, creatividad, espíritu crítico, reiteración de motivos comunes, son algunas claves sígnicas de estos textos de expresión anímica marginal que connotan a su vez estructuras y condiciones ideológicas del entorno en el cual surgen.

      En el caso del graffiti externo, resulta contestatario en relación con situaciones sobre todo de índole político: alto costo de la vida, condiciones materiales de las clases marginadas, propuestas de los grupos opositores, caída de la popularidad de los gobernantes, hambre, desempleo, represión policial, corrupción.

            En Costa Rica una producción abundante, además de la icónica externa, es la del muralismo interno, en donde se realiza una verdadera catarsis de estados de ánimo reprimidos socialmente. Se constituye en un desplazamiento o conducta generalmente ofensiva ante una actitud u objeto determinado.

            Mensaje que se realiza en el ámbito del anonimato, de ahí la sinceridad sin límites y la incitación al destinatario a que asuma algún tipo de reacción. Mensajes que van desde signos de una gran intimidad hasta expresiones de carácter cotidiano e incluso poéticos. De la denuncia al insulto. De la degradación a la exaltación. Del mensaje cerrado al abierto, que de hecho incide en la continuación del mismo. Se le agrega, tacha, corrige, añaden dibujos; lo que da cómo resultante un interesante termómetro de necesidades importantes de la sociedad y de sus represiones inmediatas.

Medio por lo tanto, de expresión y de comunicación en donde se unen las manifestaciones gráficas y lingüísticas. Como categoría popular refleja las concepciones predominantes sobre la vida en una determinada época y lugar. Desde fórmulas estereotipadas, gastadas o productos programados de los medios, hasta formas de innegable poder creativo. En ambos casos, más allá de la pulcritud y de moralismos que muchas veces impiden una eficaz  comunicación con el "otro"; el graffiti interno se convierte en la manifestación expresiva  de los fantasmas que los diversos grupos sociales no se atreven a evidenciar públicamente. La recurrencia a temas sexuales, racismo, machismo, droga, feminismo, concepciones políticas de extrema izquierda o derecha, homosexualidad, credos religiosos, insultos personales y agresiones son propios del graffiti interno escudados por el anonimato, lo que posibilita la expresión de los ángulos más reprimidos por la moral dominante.

            En otras latitudes, el graffiti externo, de evidente signo creador, ha tenido un gran desarrollo y se le respeta. La revolución cultural del 68 con sede en París, realizó importantes creaciones que aún persisten como testimonio en los muros de la ciudad de una juventud que solicitó un cambio vital. En ese mismo año en México los muros tomaron la palabra. “No queremos Olimpiada, queremos Revolución”. En China el graffiti icónico embellece ciudades y es una tradición.  El arte de caballete ha tomado en cuenta el facultativo mural y lo ha incorporado al quehacer de la pintura contemporánea. Por último para los habitantes de la ciudad de New York, en donde el subterráneo o metro es un transporte imprescindible, el graffiti de inscripciones y dibujos constituyen un placer para los transeúntes que circundan el lugar. Expresan, sobre todo los jóvenes, lo que les pasa, como sienten la gran ciudad y sus efectos, y lo transmiten a la gente del entorno. Lo que se inició como una forma de expresión clandestina se ha convertido con el pasar del tiempo en un digno trabajo, de acuerdo con el talento de los emisores. De esta manera el graffiti en algunas ciudades ha dejado atrás el anonimato y posee su permanencia.

“Más vale borracho conocido, que alcohólico anónimo”

“Silvio encontramos tu unicornio, y lo preñamos con rosas”

“El fútbol es la única religión que no tiene ateos”

“Costa Rica, país sin ejército y sin selección”

“Costa Rica, país de carpinteros, por delante la brocha y por detrás, el serrucho”

“Ser rico no es pecado, es milagro”

            Pareciera en este termómetro de la urbe josefina que humor, religión, sexo, política, amor son las principales pautas del inconsciente colectivo del habitante de los muros citadinos. Se añaden a esta lista, enunciados sobre paz y violencia, ecológicos, filosóficos, con autor. En todos ellos hay un claro rechazo de la verdad absoluta y un alto grado de desencanto ante lo nombrado en temas políticos, de familia, educativos y religiosos.

Es así como las palabras prohibidas, el tabú, lo indecible socialmente se ponen de manifiesto en esas inscripciones epigráficas del graffiti.

            Una lectura atenta de esta producción resulta reveladora en los registros de vidas de diferentes poblaciones humanas: Incitación a pensar, a reír, a rechazar o identificarse con los pormenores de lo escrito por ese anónimo colectivo más allá de las indagaciones que los grafólogos puedan descifrar. Termómetro de necesidades por el cual el enunciante disgusta, divierte, agrada, incita a la respuesta; en pocas palabras: comunica su incomunicación en soledad.

            Se afirma que el aburrimiento, la limpieza de las paredes, la monotonía del blanco resultan en tentación para escribir sobre los muros. Va más allá. Las carencias, las necesidades de ruptura, de diálogo con el otro colectivo reafirman la presencia de estos rasguños significantes.

            El graffiti, sin embargo, resulta momentáneo, por la interferencia de la brocha gruesa de pintura que lo elimina paulatinamente. Por eso su vigencia en el "estar aquí-ahora” se concreta en lo circunstancial-inmediato en relación con temas políticos, racistas, sexuales y otros. Temas enfocados, usualmente, bajo un intenso tono de humor negro, en torno a protestas y demandas de la población.

            Discurso postmoderno, expresión marginal, texto alternativo o de contracultura. En todo caso es una producción polémica que seduce a muchos y con grandes detractores. En algo si están de acuerdo ambos sectores. Los graffitis son básicamente subversivos e irreverentes en sus enunciados y en los espacios en donde dejan sus huellas. Se filtran en puestos oficiales, iglesias, cementerios. Se extienden por escuelas, universidades, bares, pupitres, asientos de autobús. La aventura del síndrome de la soledad, de la ruptura con el sistema es uno de los síntomas en esta  interminable creación graffitera.

            En estas décadas iniciales del siglo, además de que se enriquecen o se destierran causas y utopías, el graffiti crece en número y en impacto. Ante tanto smog, ruido, violencia publicitaria de la ciudad; estos mensajes rompen el silencio en una nueva estrategia comunicacional en la que éstos “lobos esteparios” o graffiteros(as) han llegado a escribir que “los graffitis más hermosos son los que ya no intentan convencer”.


GUILLERMO BARZUNA (Costa Rica).

Profesor universitario e investigador en temas de literatura hispanoamericana y patrimonio cultural. Ha escrito diversos libros y artículos en relación con estos temas.

Miembro de ICOMOS de CR

 



Muestra gráfica

“Poetas & Graffitis”




 

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