Mariluz Suárez
Coatl: culebra, mellizo o lombriz.
(Vocabulario en Lengua Castellana y Mexicana de Fray Alonso de Molina)
Cuatitud: cualidad de cuate.
Cuate: mexicanismo de origen náhuatl para gemelo o mellizo.
Para Ángelo Valenzuela
Personajes:
Flavio 18 años
Fabricio 33 años
Escenario:
Un solo espacio escénico. Amplia y elegante sala de masaje con dos mesas.
En una de ellas se encuentra Fabricio acostado boca abajo, roncando fuertemente.
Hay ropa tirada y gran desorden. Entra Flavio acomoda la ropa, pone hierbas y
sándalo sobre la ropa, se prepara para darle masaje.
Fabricio: (Despertando, habla entre dientes) Pinche güero, ya ni la
haces, siempre llegando tarde, ya verás la propinota que
NO te va a tocar. Hoy sí te vas a largar silbando en la loma
por huevón. (Trata de incorporarse con mucha dificultad)
Hoy ni me pongas tu cara de hoja en blanco pues no tengo
ganas de hablar, ni de escucharte. (Flavio tose) Y ni empieces
a disparar tus monosílabos pues eso tampoco me interesa hoy
y no pienso contarte nada, hoy sólo cumple con tu trabajo y que
te salga mejor que nunca (bosteza) yo seguiré descansando,
reposando, santificando las fiestas como dicen tus libros
esos que tanto te gusta leer. Pero qué bruto, qué fiestononón.
(Transición) No, sí, ya sé lo que me vas a decir. La verdad se me
pasaron la cucharadas pero era mi cumple y ya sabes que
en mi cumpleaños tengo permiso de todos los dioses para
reventarme y suprrrentarme. (Entredientes) Sólo el día de
mi cumple, o sea una vez al año, o sea cada trefscientos
cincuentricinco días. (Trata de voltear con dificultad, sin
lograr mirarlo) ¿Qué pasa? ¿Güero, eres tú? No son tus
manos, podría jurar que no son tus manos. (Se jalonea, se
da por vencido) Muy chistoso el jueguito quíteme sus manos
de encima. (Al sentir la resistencia, sube la voz) ¿Quien eres?
Ven a dar la cara. (Flavio se pone frente a él, frotándose
las manos) Pero si eres un crío, (hipo alcohólico) con razón no
puedes ni dar un masaje. ¿Por qué estoy amarrado? ¡Desátame
chamaco! ¿Dónde está mi masajista? Te estoy hablando, ¡carajo!
Flavio: Tu masajista se accidentó.
Fabricio: Y para qué chigados tiene mi celular, qué no puede
avisarme. Él sabe que no me gusta que nadie me toque,
sólo él. No me veas con esa cara de estúpido, desátame y
vengo el lunes, o el miércoles ¿qué día es hoy? El día que
tú quieras, el día que tú digas. Te estoy hablando, anda
contesta, ah, te preocupa no ganar lo del masaje, está
bien, te pago, muévete caramba, bueno, te pago el doble.
Y quita ese olor a sándalo y hierbas que me dan más
asco.
Flavio: Esos son los aromas adecuados para ti (empieza a hacer
su trabajo) y no te estoy cobrando y si tanto te molesta, te
lo doy gratis, hasta podrás comparar mi trabajo.
Fabricio: A ver, a ver, con quien crees que estás hablando.
Flavio: Con el hijo de Leandro y Susa.
Fabricio: Mira, mira, mira, me tienes bien investigado. Ya sé
… (pausa) lo que quieres es un rescate, pues te quedarás
con un palmo de narices pues ya están bien muertos
Leandro y Susa, ¿cómo sabes que se llamaba Susa?
Flavio: ¿No era ese su nombre?
Fabricio: A ver niño prodigio, por qué no dijiste la Señora Susana o
la Señora Mendoza. Cuidado, cuidado, no tan fuerte, no te
dije que ando dolido, bueno poco, pero sí amoladillo. Así,
así está mejor, (con placer) mucho mejor. Tenías razón, no lo
haces tan mal. ¿Por dónde andábamos? (Flavio enciende un cigarro y le
ofrece a Fabricio de cuando en cuando, se acaba el
hipo). Ah, qué bien, digo, bien que sabes lo que hacemos.
Flavio: ¿Hacen quién?
Fabricio: Nosotros.
Flavio: Nosotros quién.
Fabricio: No te hagas escuincle, nos has estado espiando, puedo
jurarlo. (Imitando) Nosotros quien. El Güero y yo, por
supuesto. Nos encanta romper reglas, nos gusta lo
prohibido, ves ese anuncio, dice NO FUMAR. Y qué crees
que estamos haciendo, bueno para qué te explico, ya debes de
saberlo si no, no estarías aquí. Por cierto quien te dijo que vinieras.
Flavio: Nadie.
Fabricio: Como nadie, no dices que mi masajista se accidentó. Él te
dijo que lo suplieras, él te va a pagar, contesta Chicuelo.
Flavio: Eso no es asunto tuyo.
Fabricio: Cuidado allí, con cuidado, mi pie derecho… ¿por qué no
tocaste mi pie derecho? Espera, espera, ya van dos cosas
que no me checan. ¿Quien te dijo que mi madre se llamaba Susa.
Flavio: ¿No era ese su nombre?
Fabricio: Su nombre era Susana.
Flavio: A eso me refiero.
Fabricio: Susa, le decíamos mi hermano y yo.
Flavio: Susa, Susana, es lo mismo.
Fabricio: Y la otra geniecito, ¿por qué no tocaste mi pie derecho? También
eso te dijo, contesta, te advirtió que tengo lesionado el pie derecho.
(Hace ruidos de placer) ¿Cómo sabes qué me gusta?
Flavio: Yo sé muy bien qué te gusta.
Fabricio: No pregunté qué, pregunté cómo. Y no inventes criatura,
es la primera vez en tu corta vida que te encuentras
conmigo, ya apúrate, termina de una vez y ya quítame
estos amarres. (Flavio lo desamarra y amarra para que
quede boca arriba). De qué se trata, acaso tienes miedo de
que salga corriendo, te parece que así encuerado voy a
salir, no entiendo el juego, ya te dije que sí me está
gustando tu masaje, no me voy a ir, no te voy a denunciar,
no te voy a madrear, mira que podría…
Flavio: ¿Gritar? (Fabricio asiente) Grita.
Fabricio: No infante, no lo voy a hacer. (Se suelta cansado de
forcejear) Pero antes de irme vamos a tener una larga
charla, tú y yo.
Flavio: Ah ¿sí?
Fabricio: ¿Por qué carajos me tienes que atar para darme un
masaje, donde se ha visto? Mejor ya dime a qué grupo
perteneces (pausa) ¿Narco? ¿Poli? ¿Zetas?
Flavio: Mejor cállate, (enciende otro cigarro) no me dejas trabajar.
Fabricio: Si enciendes otro, vomitaría, fúmatelo tú. (Lo mira
fijamente) Me recuerdas a alguien, sí, estoy seguro yo te
conozco, cómo te llamas.
Flavio: Me llamo como tú quieras nombrarme.
Fabricio: Ah, mira qué fácil, así cualquiera, te devuelvo tu crédito. No
pareces masajista sino escultor y me tocas como si fuera
yo de granito… o tal vez …de barro. ¡Qué delicia! Mira que
sabes hacer tu trabajo, bueno desátame y no vuelvo con el
Güero, de ahora en adelante tú serás mi masajista. Ya sé,
ya sé quien eres, pero no, no estoy seguro.
Flavio: Trata.
Fabricio: Te ves muy limpiecito para ser ese pobre diablo…
Flavio: Cuando uno es pobre tiene que andar limpio.
Fabricio: (Sonríe) Bueno, ya dime ¿es dinero lo que quieres?
Flavio: No, no es dinero.
Fabricio: Entonces ¿qué? No entiendo un carajo y ya no estoy
disfrutando esto.
Flavio: Nadie dijo que viniera para hacerte disfrutar.
Fabricio: Mira Mocoso, este es mi cubículo, yo lo pago, el Güero es
mi masajista.
Flavio: (Burlándose) Yo lo pago, este es mi club, yo lo pago.
Con mi dinero y tengo mucho, para mis treinta y tres
años, más de cuatro quisieran tener lo que tengo.
Fabricio: Bueno, está bien, no me desates, lárgate, pásame mi
celular, contaré hasta el número que tú digas y no diré
nada.
Flavio: Y ¿hacemos caca en la calle y la pintamos de colores?
Fabricio: ¡Flavio! No, no puedes ser Flavio, ¿De dónde sacaste esa
frase? (Tratando de controlarse, muy nervioso) Desátame
y hablamos, no, no puedes ser Flavio. Ya deja de estarme
verdugueando.
Flavio: A mi edad no se puede ser verdugo.
Fabricio: ¡Claro que se puede! A cualquier edad. ¿Qué edad tienes?
Flavio: ¿De cuántos me veo?
Fabricio: Diez y ocho. Dime que no, que no tienes diez y ocho.
Flavio: Tengo los que tú digas.
Fabricio: Si lo que quieres es hacerme sentir mal, ya lo conseguiste, me doy por
vencido, tú ganas. Dime quien eres y dime qué quieres. Ya estoy
suficientemente asustado.
Flavio: Ah, entonces logré mi cometido, tienes miedo.
Fabricio: ¡Tengo miedo!
Flavio: (Payaseando) El Flavio tiene miedo, el Fabi no. (Le mete
la mano por debajo de la trusa, toca su miembro) Y
entonces estábamos comparando el tamaño de nuestros penes y
entró la tía Gena y nos castigó y le contó todo a Leandro y
a Susa y nos castigaron por segunda vez.
Fabricio: No, no quiero acordarme de eso.
Flavio: Tampoco quieres acordarte de otras cosas ¿verdad Fabi?
De los dibujos a los que les borrabas mi nombre y ponías
el tuyo…
Fabricio: ¿Tanto me conoces?
Flavio: Desde que la cigüeña te posó en el Hospital de México.
Fabricio: Ya (sudando) ya, dime qué quieres, dímelo ya, no le des
más vueltas.
Flavio: Quiero saber por qué me obligaste a viajar en el lugar del
copiloto, si ese fue siempre tu asiento en el coche.
Fabricio: No lo sé, te juro que no lo sé, llevo quince años
preguntándome lo mismo, cada minuto, cada segundo me
sigo lamentando por seguir estando vivo. Mira Chico, tú
no eres Flavio, no puedes serlo, yo era todo para él y él era
todo para mi, sería incapaz de lastimarme, mucho menos de
tenerme aquí amarrado, de agredirme. No sé quien eres, no sé
qué quieres pero yo no lo decidí.
Flavio: Entonces, Dios quiso que así fuera.
Fabricio: ¡No metas a Dios! Yo con Dios estoy peleado. Dejé de
creer en Dios desde el día en que cumplí diez y ocho años, desde
el día que murió mi hermano.
Flavio: Y por qué no lo evitaste, sigues teniendo más agujeros
que un queso. Una cabezota hueca, eres un tronco de
madera dura, igual, igual, pero así como los calcetines son
para los pies, para tapar lesiones, cicatrices (lo toca) como
esta pequeña marca roja que todos y cada uno de estos
quince años te ha recordado y te seguirá recordando que nada
hiciste, absolutamente nada para evitarlo.
Fabricio: ¡Cállate, tú no sabes! No sabes lo que es estar totalmente
solo y tener que dominar el miedo y no encontrar a nadie
que te ayude. Tú te fuiste, me dejaste solo (llorando) eras
mi amigo, mi hermano, mi gemelo, mi otra mitad.
Flavio: Si tanto te duele ¿por qué no has hecho algo para
remediarlo?
Fabricio: ¿Crees que no lo he intentado? Estos años han sido como
cocinar a fuego lento, ya no puedo más, ni el alcohol, ni la
droga, ni las mujeres, ni la terapia. El único refugio que me
quedaba era el Güero, mi confidente, mi amigo, mi
masajista. Lo único que quiero es olvidar.
Flavio: Ah, eso fácil, todo se olvida, hasta la memoria.
Fabricio: Bueno ya, dime la verdad, te mando el Güero, ya sé que
fue él, es un gorgojo el cabrón pero es todo lo que tengo.
Flavio: (Mofándose) Te mando el Güero, pues no, no me mandó
ningún Güero. (Lo desamarra) Y ahora ponte boca abajo,
voy a darle masaje a el cuello.
Fabricio: No te burles, tú no entiendes y ahora que empezaba a
lograrlo, que empezaba a sentirme mejor, apareces tú,
que no eres Flavio aunque pretendas conocerme, me importa
madres quien seas, ya lograste tu cometido, regresarme al
punto de partida como lo han hecho todos, todos y cada uno
de los que me rodean, de los que me recuerdan a cada momento
que ya no debo estar aquí. Ni un día más, ni un momento más.
Estoy cansado. (Cierra los ojos) Acaba con tu eficiente trabajo,
de una vez por todas.
Flavio: Esta es la parte mas angosta, esta es la parte del cuerpo que une la
cabeza con el tronco, es sensible, es fuerte, manejable, dócil y muy,
muy obediente. (Da masaje en el cuello de Fabricio, se escucha el
ruido de algo que truena y acomoda la cabeza después de haberlo
desnucado) Mi querido Fabricio, estás servido, la pesadilla
ha terminado.
Mientras Flavio, toma sus objetos personales y acomoda
algunos objetos, se escucha “Natural Boy” cantado por Nat
King Cole.
OSCURO
MARILUZ SUÁREZ.
Originaria de la Ciudad de México. Intérprete, traductora, dramaturga. Pertenece a la generación número XVII de la Escuela de escritores de la SOGEM. Ha publicado: cuento, crónica, ensayo y teatro en revistas nacionales y extranjeras y en volúmenes colectivos y propios desde 1998. Ha impartido talleres y conferencias sobre Teatro Mexicano, Poesía en lengua Náhuatl, La historia de la mujer en el DF y la biografía y obra dramática de Alejandro Dumas (padre) Literatura Universal, Literatura Latinoamericana.
Dossier:
Tomás Saraví
Muestra gráfica:
Miguel Lohlé
Mariluz Suárez
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Muestra gráfica:
Miguel Lohlé
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Matérika 9