El beso negro
En su pelo
volaban mariposas negras
y en la sábana blanca
sus ojos negros brillaban de deseo.
Era una gata
entre mis brazos,
y escapó hacia la techumbre.
La atrapé en la noche
he hice de ella un cortinaje.
Y llegó la lluvia de abril
y sus sútiles uñas
arañaron mi soledad.
Sangre era lo que quería
en sus sedientos labios.
Y al caminar la estreché
entre mis latidos.
Fue un sueño,
un sueño perdido en la vida
y como todo lo que se pierde
la encontré desnuda en la muerte.
Al caminar hay un hálito
moribundo entre las rosas,
y sin mis amigos
entrego esta ofrenda al viento.
2
Tenía los ojos
como el ala de un cuervo,
y una nariz aguileña
presta a dar el picotazo.
Su pubis era una cueva.
una cueva insondable y misteriosa.
Fui el único sobreviviente
De su amor, y de este sueño
desperté en la puerta de los avernos.
Me hundía en la llamarada
de sus brazos, y escuché
la seductora voz de sus vicios.
No tenía nombre mi cuerpo
Un ángel la llevó a la lluvia,
y cayó en los montes herida por el sol.
3
Besaré otros labios
distantes de este mundo.
Los besaré en esta boca
que no es la tuya.
Será el silencio del abismo,
pero partirás
como parten los pájaros.
Partirás a la ignota
herida del vuelo;
desde este rincón miro tu caminar,
y la plenitud de los valles.
Ningún dios es posible
sin tu cabello.
Partir es tocar el fuego
de tu negro beso;
son las estrellas del amor
las que alumbran las calles.
El sol tiene límites
y son las sombras.
Testigas del sufrimiento
Pasan y se ocultan.
4
Estaba en el Olimpo de los santos
y descendí al infierno de tu cuerpo.
Efebo o Ninfa, tus mejillas rosadas
son el triunfo sobre la calavera.
Pero la belleza suprema
tiene su olvido, y es cuando te entregas a otros.
Estaba sólo, y a lo lejos me llamaste.
Era el beso negro de la multitud.
Y fue cuando amé
más que nunca
mi soledad y tu belleza.
Tu belleza fue cambiando lentamente
hasta la fealdad.
Fue tarde en el bar
cuando te vi caminar,
y el horizonte te acogió
y el sol te acogió.
Por eso tu suicidio
fue un brindis, un brindis de las cosas bellas que
parten.
Como un reloj
tu cuerpo
fue entregado al mar.
Guillermo Sáenz Paterson (San José, Costa Rica, 1944)
Ha desarrollado una personalísima y original carrera literaria al margen de las expresiones literarias del país. Su poesía se resiste a cualquier etiqueta y sobre todo al panfletarismo político que empapó a muchos de su generación. Abrazó una estética parecida a un sacerdocio poético alucinado que hace del verbo profecía, revelación o misterio.
Los poemas que presentamos pertenecen a su poemario inédito El Beso negro.